lunes, 22 de septiembre de 2014

Paseo de Linarejos

Verano, las elevadas temperaturas de esta estación, nos aconsejan dejar por el momento, nuestros paseos por el territorio minero. Volvemos la mirada a Linares, a un espacio emblemático y conocido por cualquier habitante de esta ciudad, un lugar donde ningún linarense puede decir que nunca ha estado, todos nos sentimos orgullosos, es el Paseo de Linarejos.

Lugar de recreo para la infancia, paseo mañanero y trasnochador para jubilados y personas ociosas, camino de peregrinación a la ermita de la patrona. Ahora y desde hace muchos años, cómplice de amantes, de risas, cogidas de manos y algún beso furtivo. De transito para ir y venir del trabajo, primero del minero y más tarde lo fue del santanero. El nos observa en silencio y también tiene su historia. Vamos a narrarla de una forma breve y amena.

En 1843 era sólo un camino arbolado, unía Linares a la ermita de la patrona, la Virgen de Linarejos. En 1875, época de mayor esplendor de la ciudad, se decide en el Plan de Ensanche, la construcción de un paseo, en línea recta y llano, que una la ciudad con la ermita. Se realizan los trabajos de desmonte que terminan sobre 1878, pero no será hasta 1910 cuando este espacio cuente con iluminación nocturna, bancos y árboles.

Linares, en esa época cuenta con una estación de ferrocarril en esta zona. Esto apresuró la construcción del tramo del paseo que llega hasta ella. Es el que se termina más rápido, con todos sus complementos, además el paseo se adorna frente a la estación con el primer templete para la música.

A finales del siglo XIX, Linares cuenta con una importante colonia de ciudadanos europeos de clase alta, su influencia en la joven ciudad de deja notar, incluso en el proyecto del paseo, donde se piensa en construirse a modo de bulevar parisino a imagen del plan de ensanche de París. Una zona central para pasear, dos calles a los lados para el transito de carruajes y del tranvia, calles rematadas por edificios de varias plantas, bellos y elegantes, un lugar de residencia para las familias de clase alta y media, un espacio libre de viviendas humildes de mineros.

En la mitad del siglo XX, se acomete una nueva mejora del paseo, se cambia el suelo de arena por baldosas, jardines con setos y árboles, se plantan las palmeras que aún lo adornan y se colocan los bancos de azulejos que todos hemos conocido. Estas obras de remodelación se realizaron con el dinero que el Estado envió para los damnificados por una riada unos años antes, el Ayuntamiento decide no repartirlo entre los afectados y acometer la reforma.

Se le bautizó con el nombre de Linarejos en honor a la patrona de la ciudad, nombre que durante la Segunda República, es cambiado y se le denomina Avenida de Carlos Marx. En esta época su aspecto es ya igual al que ahora conocemos.

La glorieta de América se proyecta al mismo tiempo que el paseo y se contempla en Plan de Ensanche. Su destino era totalmente distinto al que conocemos, estaría separada,  rotonda para distribuir el tráfico de las nuevas avenidas, como las grandes ciudades, al estilo de París, idea de gran ciudad con grandes avenidas. Sueño truncado una vez más por la economía.


Podríamos contar su historia reciente, pero ya es conocida por todos, hemos disfrutado paseando por El. De como nació y llegó a ser  quien es, el rincón de Linares más querido por todos, lo sabe y nos espera. En mañanas de calor, como esta, nos brinda la fresca sombra de su arbolado. Llegamos al final de nuestro nuestro paseo, contentos y con ganas de charlar, hablar y entablar tertulia, como sabemos hacer los linarenses, en torno a unas cañas. Nos acercamos a la taberna Trineo,  situada cerca de la glorieta de América.  

De primero nos han aconsejado probar pollo con crujiente de kikos, continuando con una tapa de Kebab y hemos terminado con plato de presa ibérica